Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Macabeos 1

1 A los hermanos judíos que viven en Egipto, les saludan sus
hermanos judíos que están en Jerusalén y en la región de Judea, deseándoles
una paz dichosa.

2 Que Dios os llene de bienes y recuerde su alianza con Abraham,
Isaac y Jacob, sus fieles servidores.

3 Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con
corazón grande y ánimo generoso.

4 Que abra vuestro corazón a su Ley y a sus preceptos, y os otorgue
la paz.

5 Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os
abandone en tiempo de desgracia.

6 Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros.

7 Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os
escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído
sobre
nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios
traicionaron la
tierra santa y el reino,

8 incendiaron el portón (del Templo) y derramaron sangre inocente,
suplicamos al Señor y hemos sido escuchados. Hemos ofrecido un sacrificio
con flor de harina, hemos encendido las lámparas y presentado los panes.»

9 También ahora os escribimos para que celebréis la fiesta de las
Tiendas en el mes de Kisléu. Es el año 188.


10 Los que están en Jerusalén y en Judea, los ancianos y Judas
saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo, del
linaje de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto.

11 Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias,
como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey,

12 ya que El ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad

santa.

13 Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al
parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias
al
engaño tramado por los sacerdotes de Nanea.

14 Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando
de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de
dote, de
abundantes riquezas.

15 Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron
expuesto y que él se hubo presentado con unas pocas personas en el recinto
sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco.

16 Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe;
le descuartizaron, y cortándole la cabeza, la arrojaron a los que
estaban
fuera.

17 En todo sea bendito nuestro Dios que ha entregado los impíos (a la
muerte).

18 A punto de celebrar en el veinticinco de Kisléu la purificación del
Templo, nos ha parecido conveniente informaros, para que también
vosotros la celebréis como la fiesta de las Tiendas y del fuego
aparecido
cuando ofreció sacrificios Nehemías, el que construyó el Templo y el altar.

19 Pues, cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, los
sacerdotes piadosos de entonces, habiendo tomado fuego del altar, lo
escondieron secretamente en una concavidad semejante a un pozo seco, en
el que tan a seguro lo dejaron, que el lugar quedó ignorado de todos.

20 Pasados muchos años, cuando a Dios le plugo, Nehemías, enviado
por el rey de Persia, mandó que buscaran el fuego los descendientes de los
sacerdotes que lo habían escondido;

21 pero como ellos informaron que en realidad no habían encontrado
fuego, sino un líquido espeso, él les mandó que lo sacasen y
trajesen.
Cuando estuvo dispuesto el sacrificio, Nehemías mandó a los sacerdotes
que rociaran con aquel líquido la leña y lo que había colocado sobre ella.

22 Cumplida la orden, y pasado algún tiempo, el sol que antes estaba
nublado volvió a brillar, y se encendió una llama tan grande que
todos
quedaron maravillados.

23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes hacían oración:
todos los sacerdotes con Jonatán que comenzaba, y los demás, como
Nehemías, respondían.


24 La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo,
temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno,

25 tú, solo generoso, solo justo, todopoderoso y eterno, que salvas a
Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste,

26 acepta el sacrificio por todo tu pueblo Israel, guarda tu heredad y
santifícala.

27 Reúne a los nuestros dispersos, da libertad a los que están
esclavizados entre las naciones, vuelve tus ojos a los despreciados y
abominados, y conozcan los gentiles que tú eres nuestro Dios.

28 Aflige a los que tiranizan y ultrajan con arrogancia.

29 Planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo Moisés.»
30 Los sacerdotes salmodiaban los himnos.

31 Cuando fue consumido el sacrificio, Nehemías mandó derramar el
líquido sobrante sobre unas grandes piedras.

32 Hecho esto, se encendió una llamarada que quedó absorbida por el
mayor resplandor que brillaba en el altar.

33 Cuando el hecho se divulgó y se refirió al rey de los persas que en
el lugar donde los sacerdotes deportados habían escondido el fuego, había
aparecido aquel líquido con el que habían santificado las ofrendas del
sacrificio Nehemías y sus compañeros,

34 el rey después de verificar tal hecho mandó alzar una cerca
haciendo sagrado el lugar.

35 El rey recogía grandes sumas y las repartía a quienes quería hacer
favores.

36 Nehemías y sus compañeros llamaron a ese líquido «neftar», que
significa «purificación»; pero la mayoría lo llama «nafta».

II Macabeos 2

1 Se encuentra en los documentos que el profeta Jeremías mandó a
los deportados que tomaran fuego como ya se ha indicado;

2 y cómo el profeta, después de darles la Ley, ordenó a los deportados
que no se olvidaran de los preceptos del Señor ni se desviaran en
sus
pensamientos al ver ídolos de oro y plata y las galas que los envolvían.

3 Entre otras cosas, les exhortaba a no apartar la Ley de sus
corazones.

4 Se decía también en el escrito cómo el profeta, después de una
revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el arca; y cómo salió hacia el
monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios.


5 Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva;
allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la entrada.

6 Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino,
pero no pudieron encontrarlo.

7 En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: «Este lugar
quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea
propicio.

8 El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del
Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés, cuando Salomón
rogó que el Lugar fuera solemnemente consagrado.»

9 Se explicaba también cómo éste, dotado de sabiduría, ofreció el
sacrificio de la dedicación y la terminación del Templo.

10 Como Moisés oró al Señor y bajó del cielo fuego, que devoró las
ofrendas del sacrificio, así también oró Salomón y bajó fuego que consumió
los holocaustos.

11 Moisés había dicho: «La víctima por el pecado ha sido consumida
por no haber sido comida.»

12 Salomón celebró igualmente los ocho días de fiesta.

13 Lo mismo se narraba también en los archivos y en las Memorias
del tiempo de Nehemías; y cómo éste, para fundar una biblioteca, reunió los
libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David y las cartas de los
reyes acerca de las ofrendas.

14 De igual modo Judas reunió todos los libros dispersos a causa de
la guerra que sufrimos, los cuales están en nuestras manos.

15 Por tanto, si tenéis necesidad de ellos, enviad a quienes os los
lleven.

16 A punto ya de celebrar la purificación, os escribimos: Bien haréis
también en celebrar estos días.

17 El Dios que salvó a todo su pueblo y que a todos otorgó la
heredad, el reino, el sacerdocio y la santidad,

18 como había prometido por la Ley, el mismo Dios, como
esperamos, se apiadará pronto de nosotros y nos reunirá de todas partes bajo
el cielo en el Lugar Santo; pues nos ha sacado de grandes males y
ha
purificado el Lugar.

19 La historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, la purificación
del más grande Templo, la dedicación del altar,

20 las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo Eupátor,

21 y las manifestaciones celestiales en favor de los que combatieron
viril y gloriosamente por el Judaísmo, de suerte que, aun siendo
pocos,
saquearon toda la región, ahuyentaron las hordas bárbaras,

22 recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la
ciudad y restablecieron las leyes que estaban a punto de ser abolidas, pues
el Señor se mostró propicio hacia ellos con toda benignidad;


23 todo esto, expuesto en cinco libros por Jasón de Cirene,
intentaremos nosotros compendiarlo en uno solo.

24 Porque al considerar la marea de números y la dificultad existente,
por la amplitud de la materia, para los que quieren sumergirse en los relatos
de la historia,

25 nos hemos preocupado por ofrecer algún atractivo a los que desean
leer, facilidad a los que gustan retenerlo de memoria, y utilidad a cualquiera
que lo lea.

26 Para nosotros, que nos hemos encargado de la fatigosa labor de
este resumen, no es fácil la tarea, sino de sudores y desvelos,

27 como tampoco al que prepara un banquete y busca el provecho de
los demás le resulta esto cómodo. Sin embargo, esperando la gratitud
de
muchos, soportamos con gusto esta fatiga,

28 dejando al historiador la tarea de precisar cada suceso y
esforzándonos por seguir las normas de un resumen.

29 Pues así como al arquitecto de una casa nueva corresponde la
preocupación por la estructura entera; y, en cambio, al encargado de
la
encáustica y pinturas, el cuidado de lo necesario para la decoración,
lo
mismo me parece de nosotros:

30 profundizar, revolver las cuestiones y examinar punto por punto
corresponde al que compone la historia;

31 pero buscar concisión al exponer y renunciar a tratar el asunto de
forma exhaustiva debe concederse al divulgador.

32 Comencemos, por tanto, desde ahora la narración, después de
haber abundado tanto en los preliminares; pues sería absurdo abundar en lo
que antecede a la historia y ser breve en la historia misma.

II Macabeos 3

1 Mientras la ciudad santa era habitada en completa paz y las leyes
guardadas a la perfección, gracias a la piedad y al aborrecimiento de mal
del sumo sacerdote Onías,

2 sucedía que hasta los reyes veneraban el Lugar Santo y honraban el
Templo con magníficos presentes,

3 hasta el punto de que Seleuco, rey de Asia, proveía con sus propias
rentas a todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios.

4 Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador
del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación
del mercado de la ciudad.


5 No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de
Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia,

6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas
incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de
dinero, sin
equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran
en poder del rey.

7 Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que
había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de
sus negocios, y le envió con la orden de realizar la trasferencia
de las
mencionadas riquezas.

8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de
inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad
para
ejecutar el proyecto del rey.

9 Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote
y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de
su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así.

10 Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y
huérfanos,

11 que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de
muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el
total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;

12 que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su
confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de
aquel
Templo venerado en todo el mundo.

13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de
forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real.

14 En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los
bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad:

15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras
sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes
en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado.

16 El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su
aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma.

17 Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo,
con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había
en su
corazón.

18 De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque
el lugar estaba a punto de caer en oprobio.

19 Las mujeres, ceñidas de saco bajo el pecho, llenaban las calles; de
las jóvenes, que estaban recluidas, unas corrían a las puertas, otras subían a
los muros, otras se asomaban por las ventanas.


20 Todas, con las manos tendidas al cielo, tomaban parte en la
súplica.

21 Daba compasión aquella multitud confusamente postrada y el
sumo sacerdote angustiado en honda ansiedad.

22 Mientras ellos invocaban al Señor Todopoderoso para que
guardara intactos, en completa seguridad, los bienes en depósito para
quienes los habían confiado,

23 Heliodoro llevaba a cabo lo que tenía decidido.

24 Estaba ya allí mismo con su guardia junto al Tesoro, cuando el
Soberano de los Espíritus y de toda Potestad, se manifestó en su grandeza,
de modo que todos los que con él juntos se habían atrevido a
acercarse,
pasmados ante el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes.

25 Pues se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y
guarnecido con riquísimo arnés; lanzándose con ímpetu levantó contra
Heliodoro sus patas delanteras. El que lo montaba aparecía con una
armadura de oro.

26 Se le aparecieron además otros dos jóvenes de notable vigor,
espléndida belleza y magníficos vestidos que colocándose a ambos lados, le
azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes.

27 Al caer de pronto a tierra, rodeado de densa oscuridad, lo
recogieron y lo pusieron en una litera;

28 al mismo que poco antes, con numeroso séquito y con toda su
guardia, había entrado en el mencionado Tesoro, lo llevaban ahora incapaz
de valerse por sí mismo, reconociendo todos claramente la soberanía de
Dios.

29 Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación,
a causa del poder divino,

30 otros bendecían al Señor que había glorificado maravillosamente
su propio Lugar; y el Templo, lleno poco antes de miedo y turbación,
rebosaba de gozo y alegría después de la manifestación del
Señor
Todopoderoso.

31 Pronto algunos de los acompañantes de Heliodoro, instaban a
Onías que invocara al Altísimo para que diese la gracia de vivir a aquel que
yacía ya en su último suspiro.

32 Temiendo el sumo sacerdote que acaso el rey sospechara que los
judíos hubieran perpetrado alguna fechoría contra Heliodoro, ofreció un
sacrificio por la salud de aquel hombre.

33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se
aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con la
misma indumentaria y en pie le dijeron: «Da muchas gracias al sumo
sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir;


34 y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la
grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desparacieron.

35 Heliodoro, habiendo ofrecido al Señor un sacrificio y tras haber
orado largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y
volvió con sus tropas donde el rey.

36 Ante todos daba testimonio de las obras del Dios grande que él
había contemplado con sus ojos.

37 Al preguntar el rey a Heliodoro a quién convendría enviar otra vez
a Jerusalén, él respondió:

38 «Si tienes algún enemigo conspirador contra el Estado, mándalo
allá y te volverá molido a azotes, si es que salva su vida, porque te aseguro
que rodea a aquel Lugar una fuerza divina.

39 Pues el mismo que tiene en los cielos su morada, vela y protege
aquel Lugar; y a los que se acercan con malas intenciones los hiere
de
muerte.»

40 Así sucedieron las cosas relativas a Heliodoro y a la preservación
del Tesoro.

II Macabeos 4

1 En mencionado Simón, delator de los tesoros y de la patria,
calumniaba a Onías como si éste hubiera maltratado a Heliodoro y fuera el
causante de sus desgracias;

2 y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de
sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra
el Estado.

3 A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos
por parte de uno de los esbirros de Simón.

4 Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que
Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesira y Fenicia,
instigaba a
Simón al mal,

5 se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus
conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de
toda su gente.

6 Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible
pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.

7 Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre
Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el
sumo
pontificado,

8 después de haber prometido al rey, en una conversación, 360
talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas.


9 Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le
concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y
una
efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén.

10 Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano,
pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo
griego.

11 Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los
judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en
embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando
las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley.

12 Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e
indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.

13 Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a
causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que
de sumo sacerdote,

14 que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino
que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba
la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios
de la
palestra contrarios a la ley;

15 sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias
helénicas.

16 Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y
tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban
y a quienes querían parecerse en todo.

17 Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará
el
tiempo venidero.

18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia
del rey,

19 el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de
Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata
para el
sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado
que no
convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.

20 Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo
enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en
la construcción de las trirremes.

21 Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto para la boda del
rey Filométor. Cuando supo Antíoco que aquél se había convertido en su
adversario político se preocupó de su propia seguridad; por eso,
pasando
por Joppe, se presentó en Jerusalén.

22 Fue magníficamente recibido por Jasón y por la ciudad, e hizo su
entrada entre antorchas y aclamaciones. Después de esto llevó sus tropas
hasta Fenicia.


23 Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya
mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación
de asuntos urgentes.

24 Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó con su aire
majestuoso, y logró ser investido del sumo sacerdocio,
ofreciendo
trescientos talentos de plata más que Jasón.

25 Provisto del mandato real, se volvió sin poseer nada digno del
sumo sacerdocio, sino más bien el furor de un cruel tirano y la furia de una
bestia salvaje.

26 Jasón, por su parte, suplantador de su propio hermano y él mismo
suplantado por otro, se vio forzado a huir al país de Ammán.

27 Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del
dinero prometido al rey,

28 aunque Sóstrates, el alcaide de la Acrópolis, se lo reclamaba, pues
a él correspondía la percepción de los tributos. Por este motivo,
ambos
fueron convocados por el rey.

29 Menelao dejó como sustituto del sumo sacerdocio a su hermano
Lisímaco; Sóstrates a Crates, jefe de los chipriotas. a Crates, jefe
de los
chipriotas.

30 Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se
sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida,
la concubina del rey.

31 Fue, pues, el rey a toda prisa, para poner orden en la
situación,
dejando como sustituto a Andrónico, uno de los dignatarios.

32 Menelao pensó aprovecharse de aquella buena oportunidad;
arrebató algunos objetos de oro del Templo, y se los regaló a Andrónico;
también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de alrededor.

33 Cuando Onías llegó a saberlo con certeza, se lo reprochó, no sin
haberse retirado antes a un lugar de refugio, a Dafne, cerca de Antioquía.

34 Por eso, Menelao, a solas con Andrónico, le incitaba a matar a
Onías. Andrónico se llegó donde Onías, y, confiando en la
astucia,
estrechándole la mano y dándole la diestra con juramento, perusadió a
Onías, aunque a éste no le faltaban sospechas, a salir de su
refugio, e
inmediatamente le dio muerte, sin respeto alguno a la justicia.

35 Por este motivo no sólo los judíos sino también muchos de las
demás naciones se indignaron y se irritaron por el injusto asesinato de aquel
hombre.

36 Cuando el rey volvió de las regiones de Cilicia, los judíos de
la
ciudad junto con los griegos, que también odiaban el mal, fueron a
su
encuentro a quejarse de la injustificada muerte de Onías.


37 Antíoco, hondamente estristecido y movido a compasión, lloró
recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.

38 Encendido en ira, despojó inmediatamente a Andrónico, de la
púrpura y desgarró sus vestidos. Le hizo conducir por toda la ciudad hasta
el mismo lugar donde tan impíamente había tratado a Onías; allí hizo
desaparecer de este mundo al criminal, a quien el Señor daba el merecido
castigo.

39 Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad
con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado
fuera;
por eso la multitud se amotinó contra Lisímaco. Pero eran ya muchos
los
objetos de oro que estaban dispersos.

40 Como las turbas estaban excitadas y en el colmo de su cólera,
Lisímaco armó a cerca de 3.000 hombres e inició la represión
violenta,
poniendo por jefe a un tal Aurano, avanzado en edad y no menos en locura.

41 Cuando se dieron cuenta del ataque de Lisímaco, unos se armaron
de piedras, otros de estacas y otros, tomando a puñadas ceniza que
allí
había, lo arrojaban todo junto contra las tropas de Lisímaco.

42 De este modo hirieron a muchos de ellos, y mataron a algunos; a
todos los demás los pusieron en fuga, y al mismo ladrón sacrílego le
mataron junto al Tesoro.

43 Sobre todos estos hechos se instruyó proceso contra Menelao.

44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Senado
expusieron ante él el alegato.

45 Menelao, perdido ya, prometió una importante suma a Tolomeo,
hijo de Dorimeno, para que persuadiera al rey.

46 Entonces Tolomeo, llevando al rey aparte a una galería como para
tomar el aire, le hizo cambiar de parecer,

47 de modo que absolvió de las acusaciones a Menelao, el causante
de todos los males, y, en cambio, condenó a muerte a aquellos infelices que
hubieran sido absueltos, aun cuando hubieran declarado ante un tribunal de
escitas.

48 Así que, sin dilación, sufrieron aquella injusta pena los que habían
defendido la causa de la ciudad, del pueblo y de los vasos sagrados.

49 Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquella
iniquidad, prepararon con magnificencia su sepultura.

50 Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes,
permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el
principal
adversario de sus conciudadanos.


II Macabeos 5

1 Por esta época preparaba Antíoco la segunda expedición a Egipto.

2 Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la
ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas
armadas
distribuidas en cohortes,

3 escuadrones de caballería en orden de batalla, ataques y cargas de
una y otra parte, movimiento de escudos, espesura de lanzas, espadas
desenvainadas, lanzamiento de dardos, resplandores de armaduras de oro y
corazas de toda clase.


bien.

4 Ante ello todos rogaban que aquella aparición presagiase algún

5 Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había dejado esta vida,

Jasón, con no menos de mil hombres, lanzó un ataque imprevisto contra la
ciudad; al ser rechazados los que estaban en la muralla y capturada ya por
fin la ciudad, Menelao se refugió en la Acrópolis.

6 Jasón hacía cruel matanza de sus propios ciudadanos sin caer en
cuenta que un éxito sobre sus compatriotas era el peor de los desastres; se
imaginaba ganar trofeos de enemigos y no de sus compatriotas.

7 Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por
sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán.

8 Por último encontró un final desastroso: acusado ante Aretas, tirano
de los árabes, huyendo de su ciudad, perseguido por todos, detestado como
apóstata de las leyes, y abominado como verdugo de la patria y de
los
conciudadanos, fue arrojado a Egipto.

9 El que a muchos había desterrado de la patria, en el destierro murió,
cuando se dirigía a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección
por razón de parentesco;

10 y el que a tantos había privado de sepultura, pasó sin ser llorado,
sin recibir honras fúnebres ni tener un sitio en la sepultura de sus padres.

11 Cuando llegaron al rey noticias de lo sucedido, sacó la conclusión
de que Judea se separaba; por eso regresó de Egipto, rabioso como
una
fiera, tomó la ciudad por las armas,

12 y ordenó a los soldados que hirieran sin compasión a los que
encontraran y que mataran a los que subiesen a los terrados de las casas.

13 Perecieron jóvenes y ancianos; fueron asesinados muchachos,
mujeres y niños, y degollaron a doncellas y niños de pecho.

14 En sólo tres días perecieron 80.000 personas, 40.000 en la refriega
y otros, en número no menor que el de las víctimas, fueron vendidos como
esclavos.


15 Antíoco, no contento con esto, se atrevió a penetrar en el Templo
más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor a las
leyes y a la patria.

16 Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados y arrebató con
sus manos profanas las ofrendas presentadas por otros reyes
para
acrecentamiento de la gloria y honra del Lugar.

17 Antíoco estaba engreído en su pensamiento, sin considerar que el
Soberano estaba irritado por poco tiempo a causa de los pecados de
los
habitantes de la ciudad y por eso desviaba su mirada del Lugar.

18 Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados,
el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para
inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a
su osadía.

19 Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar
por la nación.

20 Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de
las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios;
y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso,
de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido
restaurado con toda su gloria.

21 Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue
pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el
mar viable, por la arrogancia de su corazón.

22 Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a
Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le
había
nombrado;

23 en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao,
que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que
albergaba hacia los judíos sentimientos de odio,

24 envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la
orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender
a las mujeres y a los más jóvenes.

25 Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó
hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los
judíos,
mandó a sus tropas que se equiparan con las armas,

26 y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e,
invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable
multitud.

27 Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos
diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas,
vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no
contaminarse de impureza.


II Macabeos 6

1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar
a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de
vivir según las leyes de su Dios;

2 y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a
Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían
pedido los habitantes del lugar.

3 Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.
4 El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los

paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban
con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas.

5 El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes.
6 No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni

siquiera confesarse judío;

7 antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración
mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando
llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su
cortejo,
coronados de hiedra.

8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para
las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la
misma
forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los
banquetes
sacrificiales,

9 con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las
costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.

10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos;
las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados
del
pecho, y las precipitaron desde la muralla.

11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a
escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos,
sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.

12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas
desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción,
sino la educación de nuestra raza;

13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que
pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.


14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,

15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados
a la medida colmada.

16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.

17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.

18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.

19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame,
marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,

20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que
tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a
la vida.

21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la
Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían
con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le
fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del
sacrificio,

22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua
amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.

23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la
prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de
su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación
santa
dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara
pronto al Hades.

24 «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos
jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las
costumbres paganas,

25 también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto
de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez.
26 Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin

embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.
27 Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré

digno de mi ancianidad,

28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente
con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo
dicho
esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento.


29 Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en
dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban
una
locura;

30 él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo
entre
suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que,
pudiendo
librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero
en mi alma los sufro con gusto por temor de él.»

31 De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino
también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como
ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud.)

II Macabeos 7

1 Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre,
eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar
carne de puerco (prohibida por la Ley).

2 Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: «¿Qué
quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir
antes
que violar las leyes de nuestros padres.»

3 El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas.

4 En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había
hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle
las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y
de su madre.

5 Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía,
mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo
de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su
madre se
animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían:

6 «El Señor Dios vela y con toda seguridad se apiadará de nosotros,
como declaró Moisés en el cántico que atestigua claramente: "Se apiadará
de sus siervos".»

7 Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al
suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los
cabellos, le
preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro
a miembro?»

8 El respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: «¡No!» Por ello,
también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.

9 Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la
vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes,
nos resucitará a una vida eterna.»


10 Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron,
presentó la lengua, tendió decidido las manos

11 (y dijo con valentía: «Por don del Cielo poseo estos miembros, por
sus leyes los desdeño y de El espero recibirlos de nuevo).»

12 Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban
sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores.

13 Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios
al cuarto.

14 Cerca ya del fin decía así: «Es preferible morir a manos de
hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por
él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.»

15 Enseguida llevaron al quinto y se pusieron a atormentarle.

16 El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los
hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios
ha abandonado a nuestra raza.

17 Aguarda tú y contemplarás su magnifico poder, cómo te
atormentará a ti y a tu linaje.»

18 Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir
decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa
padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas
sorprendentes).

19 Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar
contra Dios.»

20 Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella
madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría
con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor.

21 Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de
generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de
mujer, les decía:

22 «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os
regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada
uno.

23 Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su
nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu
y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a
causa de sus leyes.»

24 Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran
palabras injuriosas. Mientras el menor seguía con vida, no sólo trataba de
ganarle con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerle rico y
muy feliz, con tal de que abandonara las tradiciones de sus padres; le haría
su amigo y le confiaría altos cargos.


25 Pero como el muchacho no le hacía ningún caso, el rey llamó a la
madre y la invitó a que aconsejara al adolescente para salvar su vida.

26 Tras de instarle él varias veces, ella aceptó el persuadir a su hijo.
27 Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en
su

lengua patria: «Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve
meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la
edad que
tienes (y te alimenté).

28 Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que
hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que
también el
género humano ha llegado así a la existencia.

29 No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus
hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con
tus
hermanos en la misericordia.»

30 En cuanto ella terminó de hablar, el muchacho dijo: «¿Qué
esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la Ley
dada a nuestros padres por medio de Moisés.

31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos,
no escaparás de las manos de Dios.

32 (Cierto que nosotros padecemos por nuestros pecados.)

33 Si es verdad que nuestro Señor que vive, está momentáneamente
irritado para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de
nuevo
con sus siervos.

34 Pero tú, ¡oh impío y el más criminal de todos los hombres!, no te
engrías neciamente, entregándote a vanas esperanzas y alzando la mano
contra sus siervos;

35 porque todavía no has escapado del juicio del Dios que todo lo
puede y todo lo ve.

36 Pues ahora nuestros hermanos, después de haber soportado una
corta pena por una vida perenne, cayeron por la alianza de Dios;
tú, en
cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida
por tu
soberbia.

37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes
de mis padres, invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con
nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el
único Dios.

38 Que en mí y en mis hermanos se detenga la cólera del
Todopoderoso justamente descargada sobre toda nuestra raza.»

39 El rey, fuera de sí, se ensañó con éste con mayor crueldad que con
los demás, por resultarle amargo el sarcasmo.

40 También éste tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el
Señor.

41 Por último, después de los hijos murió la madre.


42 Sea esto bastante para tener noticia de los banquetes sacrificiales y
de las crueldades sin medida.

II Macabeos 8

1 Judas, llamado también Macabeo, y sus compañeros entraban
sigilosamente en los pueblos, llamaban a sus hermanos de raza y acogiendo
a los que permanecían fieles al judaísmo, llegaron a reunir 6.000 hombres.

2 Rogaban al Señor que mirase por aquel pueblo que todos
conculcaban; que tuviese piedad del santuario profanado por los hombres
impíos;

3 que se compadeciese de la ciudad destruida y a punto de ser
arrasada, y que escuchase las voces de la sangre que clamaba a él;

4 que se acordase de la inicua matanza de niños inocentes y de las
blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrase su odio al mal.

5 Macabeo, con su tropa organizada, fue ya invencible para los
gentiles, al haberse cambiado en misericordia la cólera del Señor.

6 Llegando de improviso, incendiaba ciudades y pueblos; después de
ocupar las posiciones estratégicas, causaba al enemigo grandes pérdidas.

7 Prefería la noche como aliada para tales incursiones. La fama de su
valor se extendía por todas partes.

8 Al ver Filipo que este hombre progesaba paulatinamente y que sus
éxitos eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, estratega de
Celesiria y Fenicia para que viniese en ayuda de los intereses del rey.

9 Este designó enseguida a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus
primeros amigos, y le envió al frente de no menos de 20.000 hombres de
todas las naciones para exterminar la raza entera de Judea. Puso a su lado a
Gorgias, general con experiencia en lides guerreras.

10 Nicanor intentaba, por su parte, saldar con la venta de prisioneros
judíos, el tributo de 2.000 talentos que el rey debía a los romanos.

11 Pronto envió a las ciudades marítimas una invitación para que
vinieran a comprar esclavos judíos, prometiendo entregar noventa esclavos
por un talento sin esperarse el castigo del Todopoderoso que estaba a punto
de caer sobre él.

12 Llegó a Judas la noticia de la expedición de Nicanor. Cuando
comunicó a los que le acompañaban que el ejército se acercaba,

13 los cobardes y desconfiados de la justicia divina, comenzaron a
escaparse y alejarse del lugar;


14 los demás vendían todo lo que les quedaba, y pedían al mismo
tiempo al Señor que librara a los que el impío Nicanor tenía vendidos aun
ante de haberse enfrentado.

15 Si no por ellos, sí por las alianzas con sus padres y porque
invocaban en su favor el venerable y majestuoso Nombre.

16 Después de reunir a los suyos, en número de 6.000, el Macabeo les
exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a
la
muchedumbre de gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a
combatir con valor,

17 teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al
Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de
las
instituciones ancestrales.

18 «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero
nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que
puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al
mundo
entero.»

19 Les enumeró los auxilios dispensados a sus antecesores,
especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron 185.000,

20 y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando
entraron en acción todos los 8.000 judíos junto a los 4.000 macedonios, y
cuando los macedonios se hallaban en apuros, los 8.000 derrotaron a
120.000, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran
botín.

21 Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos
dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro
cuerpos.

22 Puso a sus hermanos, Simón, José y Jonatán, al frente de cada
cuerpo, dejando a las órdenes de cada uno 1.500 hombres.

23 Además mandó a Esdrías que leyera el libro sagrado; luego, dando
como consigna «Auxilio de Dios», él mismo al frente del primer cuerpo
trabó combate con Nicanor.

24 Al ponerse el Todopoderoso de su parte en la lucha, dieron muerte
a más de 9.000 enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército
de Nicanor, y a todos los demás los pusieron en fuga.

25 Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos.
Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados
por la hora,

26 pues era víspera del sábado, y por esta causa no continuaron en su
persecución.

27 Una vez que hubieron amontonado las armas y recogido los
despojos de los enemigos, comenzaron la celebración del
sábado,


desbordándose en bendiciones y alabanzas al Señor que en aquel día
les
había salvado, estableciendo el comienzo de su misericordia.

28 Al acabar el sábado, dieron una parte del botín a los que habían
sufrido la persecución, así como a las viudas y huérfanos; ellos y sus hijos
se repartieron el resto.

29 Hecho esto, en rogativa pública rogaron al Señor misericordioso
que se reconciliara del todo con sus siervos.

30 En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a
éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas
y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para
los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como
para los ancianos.

31 Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares
convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos.

32 Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío
que había causado mucho pesar a los judíos.

33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que
habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban
refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su
impiedad.

34 Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil
comerciantes para la venta de los judíos,

35 con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él
despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un
fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con
mucha suerte, después del desastre de su ejército.

36 El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con
la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a
Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho
de que seguían las leyes prescritas por Aquél.

II Macabeos 9

1 Sucedió por este tiempo que Antíoco hubo de
retirarse
desordenadamente de las regiones de Persia.

2 En efecto, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis,
pretendió saquear el santuario y oprimir la ciudad; ante
ello, la
muchedumbre sublevándose acudió a las armas y le puso en fuga; y sucedió
que Antíoco, ahuyentado por los naturales del país, hubo de emprender una
vergonzosa retirada.


3 Cuando estaba en Ecbátana, le llegó la noticia de lo ocurrido a
Nicanor y a las tropas de Timoteo.

4 Arrebatado de furor, pensaba vengar en los judíos la afrenta de los
que le habían puesto en fuga, y por eso ordenó al conductor que
hiciera
avanzar el carro sin parar hasta el término del viaje. Pero ya el juicio del
Cielo se cernía sobre él, pues había hablado así con orgullo: «En cuanto
llegue a Jerusalén, haré de la ciudad una fosa común de judíos.»

5 Pero el Señor Dios de Israel que todo lo ve, le hirió con una llaga
incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de
sus
entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos,

6 cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de
otros con numerosas y desconocidas torturas.

7 Pero él de ningún modo cesaba en su arrogancia; estaba lleno
todavía de orgullo, respiraba el fuego de su furor contra los judíos
y
mandaba acelerar la marcha. Pero sucedió que vino a caer de su carro que
corría velozmente y, con la violenta caída, todos los miembros de
su
cuerpo se le descoyuntaron.

8 El que poco antes pensaba dominar con su altivez de superhombre
las olas del mar, y se imaginaba pesar en una balanza las cimas de
las
montañas, caído por tierra, era luego transportado en una litera, mostrando a
todos de forma manifiesta el poder de Dios,

9 hasta el punto que de los ojos del impío pululaban gusanos, caían a
pedazos sus carnes, aun estando con vida, entre dolores y sufrimientos, y su
infecto hedor apestaba todo el ejército.

10 Al que poco antes creía tocar los astros del cielo, nadie podía
ahora llevarlo por la insoportable repugnancia del hedor.

11 Así comenzó entonces, herido, a abatir su excesivo orgullo y a
llegar al verdadero conocimiento bajo el azote divino, en tensión a
cada
instante por los dolores.

12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es
estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.»

13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría
misericordia, prometiendo

14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes
a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,

15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que
había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus
niños como pasto a las fieras;

16 que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que
antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los
objetos


sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se
gastaban en los sacrificios;

17 y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares
habitados para proclamar el poder de Dios.

18 Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído
sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió
a los
judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente
contenido:

19 «A los honrados judíos, ciudadanos suyos, con los mejores deseos
de dicha, salud y prosperidad, saluda el rey y estratega Antíoco.

20 Si os encontráis bien vosotros y vuestros hijos, y vuestros asuntos
van conforme a vuestros deseos, damos por ello rendidas gracias.

21 En cuanto a mí, me encuentro postrado sin fuerza en mi lecho, con
un amistoso recuerdo de vosotros. A mi vuelta de las regiones de
Persia,
contraje una molesta enfermedad y he considerado necesario preocuparme
de vuestra seguridad común.

22 No desespero de mi situación, antes bien tengo grandes esperanzas
de salir de esta enfermedad;

23 pero considerando que también mi padre, con ocasión de salir a
campaña hacia las regiones altas, designó su futuro sucesor,

24 para que, si ocurría algo sorprendente o si llegaba alguna noticia
desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbaran, por saber
ya a quién quedaba confiado el gobierno;

25 dándome cuenta además de que los soberanos de alrededor,
vecinos al reino, acechan las oportunidades y aguardan lo que pueda
suceder, he nombrado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, al
recorrer las satrapías altas, os he confiado y recomendado a gran parte de
vosotros. A él le he escrito lo que sigue.

26 Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios
recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo
la benevolencia que tenéis hacia mí.

27 Pues estoy seguro de que él, realizando con moderación y
humanidad mis proyectos, se entenderá bien con vosotros.»

28 Así pues, aquel asesino y blasfemo, sufriendo los peores
padecimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó la vida
en
tierra extranjera, entre montañas, en el más lamentable infortunio.

29 Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo
de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor.


II Macabeos 10

1 Macabeo y los suyos, guiados por el Señor, recuperaron el Templo
y la ciudad,

2 destruyeron los altares levantados por los extranjeros en la plaza
pública, así como los recintos sagrados.

3 Después de haber purificado el Templo, hicieron otro altar;
tomando fuego de pedernal del que habían sacado chispas, tras dos años de
intervalo ofrecieron sacrificios, el incienso y las lámparas, y colocaron los
panes de la Presencia.

4 Hecho esto, rogaron al Señor, postrados sobre el vientre, que no les
permitiera volver a caer en tales desgracias, sino que, si alguna vez
pecaban, les corrigiera con benignidad, y no los entregara a los
gentiles
blasfemos y bárbaros.

5 Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado
por los extranjeros, es decir, el veinticinco del mismo mes que es Kisléu,
tuvo lugar la purificación del Templo.

6 Lo celebraron con alegría durante ocho días, como en la fiesta de
las Tiendas, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de las
Tiendas, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas.

7 Por ello, llevando tirsos, ramas hermosas y palmas, entonaban
himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de su
lugar.

8 Por público decreto y voto prescribieron que toda la nación de los
judíos celebrara anualmente aquellos mismos días.

9 Tales fueron las circunstancias de la muerte de Antíoco, apellidado
Epífanes.

10 Vamos a exponer ahora lo referente a Antíoco Eupátor, hijo de
aquel impío, resumiendo las desgracias debidas a las guerras.

11 En efecto, una vez heredado el reino, puso al frente de sus asuntos
a un tal Lisias, estratega supremo de Celesiria y Fenicia.

12 Pues Tolomeo, el llamado Macrón, el primero en observar la
justicia con los judíos, debido a la injusticia con que se les había tratado,
procuraba resolver pacíficamente lo que a ellos concernía;

13 acusado ante Eupátor a consecuencia de ello por los amigos del
rey, oía continuamente que le llamaban traidor, por haber abandonado
Chipre, que Filométor le había confiado, y por haberse pasado a
Antíoco
Epífanes. Al no poder honrar debidamente la dignidad de su
cargo,
envenenándose, dejó esta vida.

14 Gorgias, hecho estratega de la región, mantenía tropas mercenarias
y en toda ocasión hostigaba a los judíos.


15 Al mismo tiempo los idumeos, dueños de fortalezas estratégicas,
causaban molestias a los judíos, y acogiendo a los fugitivos de
Jerusalén
procuraban fomentar la guerra.

16 Macabeo y sus compañeros, después de haber celebrado una
rogativa y haber pedido a Dios que luchara junto a ellos, se lanzaron contra
las fortalezas de los idumeos;

17 después de atacarlos con ímpetu, se apoderaron de las posiciones e
hicieron retroceder a todos los que combatían sobre la muralla; daban
muerte a cuantos caían en sus manos. Mataron por lo menos 20.000.

18 No menos de 9.000 hombres se habían refugiado en dos torres
muy bien fortificadas y abastecidas de cuanto era necesario para resistir un
sitio.

19 Macabeo dejó entonces a Simón y José, y además a Zaqueo y a los
suyos, en número suficiente para asediarles, y él mismo partió hacia otros
lugares de mayor urgencia.

20 Pero los hombres de Simón, ávidos de dinero, se dejaron sobornar
por algunos de los que estaban en las torres; por 70.000 dracmas
dejaron
que algunos se escapasen.

21 Cuando se dio a Macabeo la noticia de lo sucedido, reunió a los
jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido a sus
hermanos por dinero al soltar enemigos contra ellos.

22 Hizo por tanto ejecutarles por traidores e inmediatamente se
apoderó de las dos torres.

23 Con atinada dirección y con las armas en las manos, mató en las
dos fortalezas a más de 20.000 hombres.

24 Timoteo, que antes había sido vencido por los judíos, después de
reclutar numerosas fuerzas extranjeras y de reunir no pocos caballos traídos
de Asia, se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas.

25 Ante su avance, los hombres de Macabeo, en rogativas a Dios,
cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de sayal la cintura;

26 y, postrándose delante del Altar, a su pie, pedían a Dios que,
mostrándose propicio con ellos, se hiciera enemigo de sus enemigos y
adversario de sus adversarios, como declara la Ley.

27 Al acabar la plegaria, tomaron las armas y avanzaron un buen
trecho fuera de la ciudad; cuando estaban cerca de sus enemigos, se
detuvieron.

28 A poco de difundirse la claridad del sol naciente, ambos bandos se
lanzaron al combate; los unos tenían como garantía del éxito y de la
victoria, además de su valor, el recurso al Señor; los otros combatían con la
furia como guía de sus luchas.


29 En lo recio de la batalla, aparecieron desde el cielo ante los
adversarios cinco hombres majestuosos montados en caballos con frenos de
oro, que se pusieron al frente de los judíos;

30 colocaron a Macabeo en medio de ellos y, cubriéndole con sus
armaduras, le hacían invulnerable; arrojaban sobre los adversarios saetas y
rayos, por lo que heridos de ceguera se dispersaban en completo desorden.

31 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes.

32 El mismo Timoteo se refugió en una fortaleza, muy bien guardada,
llamada Gázara, cuyo estratega era Quereas.

33 Las tropas de Macabeo, alborozadas, asediaron la ciudadela
durante cuatro días.

34 Los de dentro, confiados en lo seguro de la posición, blasfemaban
sin cesar y proferían palabras impías.

35 Amanecido el quinto día, veinte jóvenes de las tropas de Macabeo,
encendidos en furor a causa de las blasfemias, se lanzaron
valientemente
contra la muralla y con fiera bravura herían a cuantos se ponían delante.

36 Otros, subieron igualmente por el lado opuesto contra los de
dentro, prendieron fuego a las torres y, encendiendo hogueras, quemaron
vivos a los blasfemos. Aquéllos, entretanto, rompián las puertas, y tras abrir
paso al resto del ejército, se apoderaron de la ciudad.

37 Mataron a Timoteo, que estaba escondido en una cisterna, así
como a su hermano Quereas y a Apolófanes.

38 Al término de estas proezas, con himnos y alabanzas bendecían al
Señor que hacía grandes beneficios a Israel y a ellos les daba la victoria.

II Macabeos 11

1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y pariente del rey, que
estaba al frente de los negocios, muy contrariado por lo sucedido,

2 reunió unos 80.000 hombres con toda la caballería, y se puso en
marcha contra los judíos, con la intención de hacer de la ciudad una
población de griegos,

3 convertir el Templo en fuente de recursos, como los demás recintos
sagrados de los gentiles, y poner cada año en venta la dignidad del
sumo
sacerdocio.

4 No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como
estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus
ochenta
elefantes.

5 Entró en Judea, se acercó a Bet Sur, plaza fuerte que dista de
Jerusalén unas cinco esjenas, y la cercó estrechamente.


6 En cuanto los hombres de Macabeo supieron que Lisias estaba
sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y
lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para
salvar a
Israel.

7 Macabeo en persona tomó el primero las armas y exhortó a los
demás a que juntamente con él afrontaran el peligro y auxiliaran a
sus
hermanos. Ellos se lanzaron juntos con entusiasmo.

8 Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció poniéndose al frente de
ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro.

9 Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y y
sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos a atravesar no sólo a hombres,
sino aun a las fieras más salvajes murallas de hierro.

10 Avanzaban equipados, con el aliado enviado del Cielo, porque el
Señor se había compadecido de ellos.

11 Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron 11.000
infantes y 1.600 jinetes, y obligaron a huir a todos los demás.

12 La mayoría de éstos escaparon heridos y desarmados; el mismo
Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.

13 Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la
derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran
invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos,

14 les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de
condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos.

15 Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el
interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por
escrito a Lisias acerca de los judíos.

16 La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias
saluda a la población de los judíos.

17 Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento
copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en
el
mismo se significaba.

18 He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era
de mi competencia lo he concedido.

19 Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el
Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor.

20 En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a
los míos de que los discutan con vosotros.

21 Seguid bien. Año 148, el veinticuatro de Dióscoro.»

22 La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su
hermano Lisias.


23 Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que
los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus
propias
ocupaciones.

24 Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las
costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren
seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse
a
sus leyes,

25 deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimios
que se les restituya el Templo y que puedan vivir según las costumbres de
sus antepasados.

26 Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano,
para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen
con agrado a sus propias ocupaciones.»

27 La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda
al Senado de los judíos y a los demás judíos.

28 Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros
gozamos de salud.

29 Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros
hogares.

30 A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les
ofrece la mano y libertad

31 para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes
como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de
faltas cometidas por ignorancia.

32 He enviado a Menelao para que os anime.

33 Seguid bien. Año 148, día quince de Xántico.»

34 También los romanos les enviaron una carta con el siguiente
contenido: «Quinto Memmio, Tito Manilio, Manio Sergio, legados de los
romanos, saludan al pueblo de los judíos.

35 Nosotros damos nuestro consentimiento a lo que Lisias, pariente
del rey, os ha concedido.

36 Pero en relación con lo que él decidió presentar al rey, mandadnos
algún emisario en cuanto lo hayáis examinado, para que lo expongamos en
la forma que os conviene, ya que nos dirigimos a Antioquía,

37 Daos prisa, por tanto; enviadnos a algunos, para que también
nosotros conozcamos cuál es vuestra opinión.

38 Seguid en buena salud. Año 148, día quince de Dióscoro.»


II Macabeos 12

1 Una vez terminados estos tratados, Lisias se volvió junto al rey,
mientras los judíos se entregaban a las labores del campo.

2 Pero algunos de los estrategas en plaza, Timoteo y Apolonio, hijo
de Genneo, y también Jerónimo y Demofón, además de Nicanor, el
Chipriarca, no les dejaban vivir en paz ni disfrutar de sosiego.

3 Los habitantes de Joppe, por su parte, perpetraron la enorme
impiedad que sigue: invitaron a los judíos que vivían con ellos, a subir con
mujeres y niños a las embarcaciones que habían preparado, como si no
guardaran contra ellos ninguna enemistad.

4 Conforme a la común decisión de la ciudad, aceptaron los judíos,
por mostrar sus deseos de vivir en paz y que no tenían el menor
recelo;
pero, cuando se hallaban en alta mar, los echaron al fondo, en número no
inferior a doscientos.

5 Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida con sus
compatriotas, se lo anunció a sus hombres;

6 y después de invocar a Dios, el justo juez, se puso en camino contra
los asesinos de sus hermanos, incendió por la noche el puerto, quemó
las
embarcaciones y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.

7 Al encontrar cerrada la plaza, se retiró con la intención de volver de
nuevo y exterminar por completo a la población de Joppe.

8 Enterado de que también los de Yamnia querían actuar de la misma
forma con los judíos que allí habitaban,

9 atacó también de noche a los yamnitas e incendió el puerto y la
flota, de modo que el resplandor de las llamas se veía hasta en Jerusalén y
eso que había 240 estadios de distancia.

10 Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios,
cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes.

11 En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria,
gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas
que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles
en
adelante.

12 Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos
podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la
mano se retiraron a las tiendas.

13 Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes,
rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones,
por nombre Caspín.

14 Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la
provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de
Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas.


15 Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del
mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó
en
tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla.

16 Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una
indescriptible carnicería hasta el punto de que el lago vecino, con
su
anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado.

17 Se alejaron de allí 750 estadios y llegaron a Járaca, donde los
judíos llamados tubios.

18 Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no
lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una
fortísima guarnición.

19 Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, en una incursión
mataron a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más
de
10.000.

20 Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a
su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000
infantes y

2.500 jinetes.

21 Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante las
mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado
Carnión;
pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura
de
todos sus pasos.

22 En cuanto apareció, la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de
los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ente ellos Aquél que todo
lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que
muchas
veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas
de sus espadas.

23 Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a
aquellos criminales; llegó a matar hasta 30.000 hombres.

24 El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y
Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo,
pues
alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había
hermanos de
muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría.

25 Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la
determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de
liberar a sus hermanos.

26 Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte
a 25.000 hombres.

27 Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió
una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias,
con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante
las
murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de
máquinas de guerra y proyectiles.


28 Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las
fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron
por tierra a unos 25.000 de los que estaban dentro.

29 Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista
de Jerusalén sesenta estadios.

30 Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los
habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado
buena acogida en los tiempos de desgracia,

31 Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que
también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a
Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.

32 Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra
Gorgias, el estratega de Idumea.

33 Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes,

34 y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían
presentado batalla.

35 Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó
de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el
deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre
Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá.

36 Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho
tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y
su
guía en el combate.

37 Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos
himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.

38 Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad
de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la
costumbre y
celebraron allí el sábado.

39 Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya
necesario), para recoger los cadáveres de los que habían
caído y
depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres.

40 Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos
objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a
los
judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido
aquellos hombres.

41 Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que
manifiesta las cosas ocultas,

42 y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente
borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud
que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por
el
pecado de los que habían sucumbido.


43 Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000
dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el
pecado,
obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección.

44 Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría
sido superfluo y necio rogar por los muertos;

45 mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a
los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.

46 Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los
muertos, para que quedaran liberados del pecado.

II Macabeos 13

1 El año 149, los hombres de Judas se enteraron de que Antíoco
Eupátor marchaba sobre Judea con numerosas tropas,

2 y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los negocios, cada
uno con un ejército griego de 110.000 infantes, 5.300 jinetes,
veintidós
elefantes y trescientos carros armados de hoces.

3 También Menelao se unió a ellos e incitaba muy taimadamente a
Antíoco, no por salvar a su patria, sino con la idea de
establecerse en el
poder.

4 Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel
malvado; Lisias demostró al rey que aquel hombre era el causante de todos
los males, y Antíoco ordenó conducirle a Berea y darle allí muerte, según
las costumbres del lugar.

5 Hay en aquel lugar una torre de cincuenta codos, llena de ceniza,
provista de un dispositivo giratorio, en pendiente por todos los lados hacia
la ceniza.

6 Al reo de robo sacríleg o al que ha perpetrado algún otro crimen
horrendo, lo suben allí y lo precipitan para su perdición.

7 Y sucedió que con tal suplicio murió aquel inicuo Menelao que ni
siquiera tuvo la suerte de encontrar la tierra que le recibiera.

8 Y muy justamente fue así, pues, después de haber cometido muchos
pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza eran sagrados, en la
ceniza
encontró la muerte.

9 Marchaba, pues, el rey embargado de bárbaros sentimientos,
dispuesto a mostrar a los judíos peores cosas que las sucedidas en tiempo de
su padre.

10 Al saberlo Judas mandó a la tropa que invocara al Señor día y
noche, para que también en esta ocasión, como en otras, viniera en ayuda de


los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria y del Templo
santo,

11 y no permitiera que aquel pueblo, que todavía hacía poco había
recobrado el ánimo, cayera en manos de gentiles de mala fama.

12 Una vez que todos juntos cumplieron la orden y suplicaron al
Señor misericordioso con lamentaciones y ayunos y postraciones durante
tres días seguidos, Judas les animó y les mandó que estuvieran preparados.

13 Después de reunirse en privado con los Ancianos, decidió que,
antes que el ejército del rey entrara en Judea y se hiciera dueño
de la
ciudad, salieran los suyos para resolver la situación con el auxilio de Dios.

14 Judas, dejando la decisión al Creador del mundo, animó a sus
hombres a combatir heroicamente hasta la muerte por la causa de las leyes,
el Templo, la ciudad, la patria y las instituciones; y acampó en las cercanías
de Modín.

15 Dio a los suyos como consigna «Victoria de Dios» y atacó de
noche con lo más escogido de los jóvenes la tienda del rey. Mató
en el
campamento a unos 2.000 hombres y los suyos hirieron al mayor de los
elefantes junto con su conductor;

16 llenaron finalmente el campamento de terror y confusión, y se
retiraron victoriosos

17 cuando el día despuntaba. Todo ello sucedió, gracias a la
protección que el Señor había brindado a Judas.

18 El rey, que había probado ya la osadía de los judíos, intentó
alcanzar las posiciones con estratagemas.

19 Se aproximó a Bet Sur, plaza fuerte de los judíos; pero fue
rechazado, derrotado y vencido.

20 Judas hizo llegar a los de dentro lo que necesitaban.

21 Pero Rodoco, uno del ejército judío, revelaba los secretos a los
enemigos; fue buscado, capturado y ejecutado.

22 El rey parlamentó por segunda vez con los de Bet Sur, dio y tomó
la mano y luego se retiró. Atacó a las tropas de Judas, y fue vencido.

23 Supo entonces que Filipo, a quien había dejado en Antioquía al
frente de los negocios, se había sublevado. Consternado, llamó a los judíos,
se avino a sus deseos, y prestó juramento sobre todas las condiciones justas.
Se reconcilió y ofreció un sacrificio, honró al santuario y se mostró
generoso con el Lugar Santo.

24 Prestó buena acogida a Macabeo y dejó a Hegemónides como
estratega desde Tolemaida hasta la región de los guerraínos.

25 Salió hacia Tolemaida; pero los habitantes de la ciudad estaban
muy disgustados por este tratado: estaban en verdad indignados por los
acuerdos, que ellos querían abolir.


26 Lisias entonces subió a la tribuna e hizo la mejor defensa que
pudo; les convenció y calmó, y les dispuso a la benevolencia. Luego partió
hacia Antioquía. Así sucedió con la expedición y la retirada del rey.

II Macabeos 14

1 Después de tres años de intervalo, los hombres de Judas supieron
que Demetrio, hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de Trípoli con
un fuerte ejército y una flota,

2 y que se había apoderado de la región, después de haber dado
muerte a Antíoco y a su tutor Lisias.

3 Un tal Alcimo, que antes había sido sumo sacerdote, pero que se
había contaminado voluntariamente en tiempo de la rebelión, pensando que
de ninguna forma había para él salvación ni acceso posible al altar sagrado,

4 fue al encuentro del rey Demetrio, hacia el año 151, y le ofreció una
corona de oro, una palma, y además, los rituales ramos de olivo del Templo.
Y por aquel día no hizo más.

5 Pero encontró una ocasión propicia para su demencia, al ser
llamado por Demetrio a consejo y al ser preguntado sobre las disposiciones
y designios de los judíos.

6 Respondió: «Los judíos llamados asideos, encabezados por Judas
Macabeo, fomentan guerras y rebeliones, para no dejar que el reino viva en
paz.

7 Por eso aunque despojado de mi dignidad ancestral, me refiero al
sumo sacerdocio, he venido aquí

8 en primer lugar con verdadera preocupación por los intereses del
rey, y en segundo lugar, con la mirada puesta en mis propios compatriotas,
pues por la locura de los hombres que he mencionado, toda nuestra
raza
padece no pocos males.

9 Informado con detalle de todo esto, ¡oh rey!, mira por nuestro país y
por nuestra nación por todas partes asediada, con esa
accesible
benevolencia que tienes para todos;


paz.»

10 pues mientras Judas subsista, le es imposible al Estado alcanzar la

11 En cuanto él dijo esto, los demás amigos que sentían aversión

hacia lo de Judas, se apresuraron a encender más el ánimo de Demetrio.

12 Designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser
elefantarca, le nombró estratega de Judea y le envió

13 con órdenes de hacer morir a Judas, dispersar a todos sus hombres
y restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos.


14 Los gentiles de Judea, fugitivos de Judas, se unieron en masa a
Nicanor, imaginándose que las desgracias y reveses de los judíos serían sus
propios éxitos.

15 Al tener noticia de la expedición de Nicanor y del asalto de los
gentiles, esparcieron sobre sí polvo e imploraron a Aquél que por siempre
había establecido a su pueblo y que siempre protegía a su propia heredad
con sus manifestaciones.

16 Por orden de su jefe, salieron inmediatamente de allí y trabaron
lucha con ellos junto al pueblo de Dessáu.

17 Simón, hermano de Judas, había entablado combate con Nicanor,
pero, a causa de la repentina llegada de los enemigos, sufrió un ligero revés.

18 Pero con todo, Nicanor, al tener noticia de la bravura de los
hombres de Judas y del valor con que combatían por su patria, temía
resolver la situación por la sangre.

19 Por este motivo envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para
concertar la paz.

20 Después de maduro examen de las condiciones, el jefe se las
comunicó a las tropas y, ante el parecer unánime, aceptaron el tratado.

21 Fijaron la fecha en que se reunirían los jefes en privado. Se
adelantó un vehículo de cada lado y prepararon asientos.

22 Judas dispuso en lugares estratégicos hombres armados,
preparados para el caso de que se produjera alguna repentina traición
de
parte enemiga. Tuvieron la entrevista en buen acuerdo.

23 Nicanor pasó algún tiempo en Jerusalén sin hacer nada inoportuno
y despidió a las turbas que, en masa, se le habían reunido.

24 Siempre tenía a Judas consigo; sentía una cordial inclinación hacia
este hombre.

25 Le aconsejó que se casara y tuviera descendencia. Judas se casó,
vivió con tranquilidad, y disfrutó de la vida.

26 Alcimo, al ver la recíproca comprensión, se hizo con una copia del
acuerdo concluido y se fue donde Demetrio. Le decía que Nicanor tenía
sentimientos contrarios a los intereses del Estado, pues había
designado
como sucesor suyo a Judas, el conspirador contra el reino.

27 Fuera de sí el rey, excitado por las calumnias de aquel maligno,
escribió a Nicanor comunicándole que estaba disgustado con el acuerdo y
ordenándole que inmediatamente mandara encadenado a Macabeo a
Antioquía.

28 Cuando Nicanor recibió la comunicación, quedó consternado, pues
le desagradaba mucho tener que anular lo convenido, sin que hubiera
cometido aquel hombre injusticia alguna.


29 Pero, como no era posible oponerse al rey, aguardaba la
oportunidad de ejecutar la orden con alguna estratagema.

30 Cuando Macabeo, por su parte, notó que Nicanor se portaba más
secamente con él y que le trataba con más frialdad en sus habituales
relaciones, pensó que tal sequedad no procedía de las
mejores
disposiciones. Reunió a muchos de los suyos y procuró ocultarse de
Nicanor.

31 Este otro, al darse cuenta de que aquel hombre le había vencido
con nobleza, se presentó en el más grande y santo Templo en el momento
en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió
que le
entregaran a aquel hombre.

32 Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el
hombre que buscaba.

33 Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este
juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este
recinto
sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un
espléndido
Templo a Dióniso.»

34 Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al
cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra
nación, diciendo:

35 «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el
santuario de tu morada se halle entre nosotros.

36 También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre
limpia de profanación esta Casa recién purificada.»

37 Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a
Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado,
llamado por su buen corazón «Padre de los judíos»,

38 pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido
acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con
gran constancia.

39 Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba
hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo,

40 pues le parecía que arrestándole causaba un gran perjuicio a los
judíos.

41 Cuando las tropas estaban a punto de apoderarse de la torre,
forzando la puerta del patio y con orden de prender fuego e incendiar las
puertas, Razías, acosado por todas partes, se echó sobre la espada.

42 Prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos criminales
y soportar afrentas indignas de su nobleza.

43 Pero, como por la precipitación del combate no había acertado al
herirse y las tropas irrumpían puertas adentro, subió valerosamente a lo alto
del muro y se precipitó con bravura sobre las tropas;


44 pero al retroceder éstas rápidamente, dejando un hueco, vino él a
caer en medio del espacio libre.

45 Con aliento todavía y enardecido su ánimo, se levantó derramando
sangre a torrentes; a pesar de las graves heridas, atravesó corriendo
por
entre las tropas, y se puso sobre una roca escarpada.

46 Ya completamente exangüe, se arrancó las entrañas y tomándolas
con ambas manos, las arrojó contra las tropas. Y después de invocar
al
Dueño de la vida y del espíritu que otra vez se dignara devolvérselas, llegó
de este modo al tránsito.

II Macabeos 15

1 Supo Nicanor que los hombres de Judas se hallaban en la región de
Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso.

2 Los judíos, que le acompañaban a la fuerza, le dijeron: «No mates
así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con
preferencia ha sido santificado por Aquél que todo lo ve.»

3 Aquel hombre tres veces malvado preguntó si en el cielo había un
Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado.

4 Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en
el cielo el que mandó observar el día séptimo.»

5 Entonces el otro dijo: «También yo soy soberano en la tierra: el que
ordena tomar las armas y prestar servicio al rey.» Sin embargo no
pudo
realizar su malvado designio.

6 Nicanor, jactándose con altivez, deliberaba erigir un trofeo común
con los despojos de los hombres de Judas.

7 Macabeo, por su parte, mantenía incesantemente su confianza, con
la entera esperanza de recibir ayuda de parte del Señor,

8 y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los
gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les
habían
venido del Cielo, y a esperar también entonces la victoria que les habría de
venir de parte del Todopoderoso.

9 Les animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los
combates que habían llevado a cabo; así les infundía mayor ardor.

10 Después de haber levantado sus ánimos, les puso además de
manifiesto la perfidia de los gentiles y la violación de sus juramentos.

11 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos
y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les
refirió


además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró
a
todos.

12 Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo
sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras,
distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica
de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los
judíos.

13 Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus
blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y
majestuosa
soberanía.

14 Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora
mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.»

15 Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada
de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras:

16 «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la
que destrozarás a los enemigos.»

17 Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de
estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes,
decidieron no
resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que,
en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la
religión y el Templo.

18 En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus
hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal
era por el Templo consagrado.

19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor
la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.

20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían
concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los
elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba
dispuesta en las alas.

21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la
variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los
elefantes,
extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien
sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la
victoria a los que la merecen.

22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano,
enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca
de

185.000 hombres del ejército de Senaquerib;

23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante
de nosotros para infundir el temor y el espanto.

24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando
a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.


25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y
cantos de guerra,

26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre
invocaciones y plegarias.

27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón,
abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la
manifestación de Dios.

28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a
Nicanor caído, con su armadura.

29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.
30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y

alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus
compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la
cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes
ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.

32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel
infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;
33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó

que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la
paga de su insensatez.

34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor
del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha
conservado puro su Lugar Santo.»

35 La cabeza de Nicanor fue colgada de la Ciudadela, como señal
manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor.

36 Decretaron todos por público edicto no dejar pasar aquel día sin
solemnizarlo, y celebrarlo el día trece del duodécino mes, llamado Adar en
arameo, la víspera del Día de Mardoqueo.

37 Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como
desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también
terminaré aquí mismo mi relato.

38 Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo
pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible.

39 Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el
vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la
disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra.
Y aquí pongamos fin.